Más Dermatol. 2023;43:3-4 doi:10.5538/1887-5181.2023.43.3 3 EDITORIAL Dermatólogo o internista. ¿Por qué no ambas cosas? A pesar de la concepción actual de la medicina interna como una especialidad clásica, se trata realmente de una disciplina relativamente joven, que surgió a finales del siglo xix, en la escuela alemana, en contraposición a aquellas especialidades ya establecidas que atendían a la que podría denominarse «patología externa»1. Entre estas últimas, se encontraría la dermatología, que, aproximadamente un siglo antes, había iniciado su período de asentamiento. De hecho (y ya en el siglo xx), casi 50 años separan la fundación primero de la que sería la actual Academia Española de Dermatología y Venereología2 de la posterior fundación de la Sociedad Española de Medicina Interna3. El carácter integrador de la medicina interna respecto a múltiples habilidades clínicas, aplicadas a distintas estrategias diagnósticas y terapéuticas, en un abordaje holístico del paciente con enfermedades complejas, la ha posicionado como una especialidad troncal y altamente valorada por la profesión médica general, siendo el objetivo formativo de un perfil concreto de muchos recién licenciados en Medicina. En mi caso, la vocación médica (este término tan desgraciadamente polarizado en los últimos tiempos) se había manifestado tempranamente y, durante la carrera de Medicina, se convirtió en el deseo de convertirme en un médico general que pudiera abordar de una forma integral a los pacientes. En este anhelo por llegar a ser ese tipo de médico y arrastrado por mi pasión hacia las virtudes de la medicina más clásica, me decanté por realizar mi especialización en medicina interna en la Clínica Puerta de Hierro, actual Hospital Puerta de Hierro-Majadahonda. Bajo la maestría de los discípulos de la escuela del profesor Letona (a su vez, discípulo del profesor Jiménez Díaz), me formé en las distintas cualidades de la especialidad entre los años 2006 y 2011. En esos años, descubrí una especialidad con un campo de conocimiento a veces abrumador por lo inabarcable, llena de desafíos y satisfacciones en ambos planos humano y científico, así como plena en los sinsabores propios de la profesión. Siempre destacaré y agradeceré a mis maestros el desarrollo en ese tiempo de una forma de pensar, de deducción y razonamiento respecto a los distintos padecimientos de los pacientes, que me han acompañado desde entonces. Años más tarde, ya durante mi ejercicio como adjunto, repartiendo mi actividad asistencial entre la urgencia y la planta hospitalarias, descubrí que había alcanzado mi techo de felicidad en la especialidad. Más por una serie de avatares íntimos que por una cuestión puramente profesional, comprendí que había llegado el momento de «quemar las naves». Durante la preparación de ese segundo examen MIR, tenía claro que mi objetivo era, por múltiples motivos, convertirme en dermatólogo y, en la primavera de 2015, tuve la suerte de iniciar mi especialización en dermatología médico-quirúrgica y venereología en el Hospital de La Princesa. Pablo Chicharro Manso Médico adjunto de dermatología. Coordinador de la Unidad de Dermatitis Atópica. Hospital Universitario de La Princesa. Madrid. Instagram: @pablochicharroderma
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