Más Dermatol. 2023;43:3-4 doi:10.5538/1887-5181.2023.43.3 4 EDITORIAL Dermatólogo o internista. ¿Por qué no ambas cosas? Chicharro Manso P Tardaría poco tiempo en enamorarme de esta especialidad, pero solo necesité unos días para empezar a descubrir alguna de las maravillas que disfrutamos los dermatólogos. Exactamente en mayo de 2015, se celebró en la Fundación Jiménez Díaz la reunión «Pioneros en Dermatología», en la que se rendía homenaje presencial a algunos «maestros de la historia reciente de la dermatología española», como el profesor Iglesias Díez, el profesor Sánchez Yus o el doctor Zambrano. Y es que, en esta especialidad, disfrutamos de nuestros maestros y los tenemos muy presentes. Yo estoy orgulloso de pertenecer a la escuela del profesor Amaro García Díez (liderada actualmente por el profesor Daudén), pero todos podemos presumir de nuestros propios mentores fuera de mayores conflictos. De hecho, podemos presumir en general. En la dermatología española, contamos con auténticas referencias internacionales como el profesor Requena o el doctor Torrelo, pioneras (no solo en la medicina) como nuestra directora la doctora Guerra-Tapia, referentes en investigación como la doctora Giménez Arnau o el doctor Carrascosa y otros tantos ejemplos abarcando todas las diferentes ramas (que son muchas) de nuestra especialidad. Los niveles de exigencia cada vez más altos en el examen MIR para poder ser dermatólogo conllevan la llegada, año tras año, de nuevas mentes brillantes, obligándonos a convertirnos en maestros a la altura: de nuestro pasado y de nuestro futuro. Como internista de mentalidad decimonónica, fue imposible resistirse a una disciplina que sigue empleando términos tan maravillosos como pitiriasis rosada de Gibert o eritema indurado de Bazin y que sigue apoyando la mayoría de sus diagnósticos en las herramientas más identitarias de nuestra profesión en los últimos doscientos años: la exploración, la anamnesis, el estudio, la experiencia y la anatomía patológica. Pero, además, esta es una especialidad que se mueve en la absoluta vanguardia de la medicina. Pocas veces experimenté como médico internista el vértigo que implica vivir continuamente una revolución en el conocimiento de la fisiopatología de enfermedades de altísima prevalencia, con el consiguiente desarrollo de terapias de última generación, que, literalmente, cambian la vida de tantos pacientes. Desde el progreso de la cirugía dermatológica (cada vez más precisa y más autosuficiente), el manejo de la oncología cutánea, las enfermedades inflamatorias, la tricología, la dermatología estética… Pocas especialidades pueden presumir de tal diversidad y de tener un sitio para toda vocación. Todo esto, además, bajo el amparo de grupos científicos dentro de nuestra Academia que mantienen una actividad y un nivel difícilmente superables. ¿Hay tanta diferencia entre la dermatología y la medicina interna? Si ignoramos las diferencias evidentes en el ejercicio de ambas, no se puede negar que comparten profundidad, árboles diagnósticos y terapéuticos a veces abrumadores, un «acompañar al paciente» y, sobre todo, ambas requieren esa forma deductiva de pensar que yo aprendí como internista, pero que sigo viendo aplicada en la dermatología cuando perseguimos el contactante detrás de un eccema, el signo clínico que diagnosticará una extraña facomatosis, la enésima biopsia que confirmará una micosis fungoide o la interleucina que se ha descontrolado en una forma atípica de psoriasis. Creo que el buen dermatólogo debería ser un poco internista, así como el buen internista, un poco dermatólogo. Al fin y al cabo, la piel puede ser el «espejo del alma», al menos, en la traducción cutánea que tienen tantas enfermedades sistémicas. Yo, desde luego, sigo siendo el mismo tipo de médico, con más experiencia y herramientas, pero con la misma curiosidad, la misma humildad frente a la enfermedad y el ánimo de ayudar y acompañar que, a pesar de los pesares, debería ser siempre el motor de nuestra profesión. BIBLIOGRAFÍA 1. Bean WB. Origin of the term “internal medicine”. N Engl J Med. 1982;306(3):182-3. 2. García-Pérez A. Breve historia de la dermatología en España. Actas Dermosifiliogr. 2000;91(1):47-51. 3. Gómez J. La medicina interna: situación actual y nuevos horizontes. An Med Interna. 2004;21(6):301-5.
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