Más Dermatología, n.º 35

editorial Más Dermatol. 2021;35:3-5 doi:10.5538/1887-5181.2021.35.3 3 Elogio de la dermatología cotidiana Emilio del Río de la Torre Clínica Dermalar. Santiago de Compostela (A Coruña). A los seres humanos —incluidos los dermatólogos, por supuesto— nos fascinan dos cosas: en primer lugar, lo novedoso, lo más reciente, lo úl- timo; y casi otro tanto, lo raro, lo in- frecuente y lo poco común. Así se explica que las sesiones de «Qué hay de nuevo» o de «Novedades…» se lle- nen una y otra vez en nuestros con- gresos presenciales, que ¡ojalá vuelvan pronto! Por la misma razón, los sim- posios de casos excepcionales tienen tanto o más éxito, porque captan nuestra atención como una pepita de oro que brilla en el lecho del río. Am- bos rasgos, a su vez, tienen mucho que ver con la necesidad que periódi- camente tenemos los humanos de «romper con la rutina». Aunque, pa- radójicamente—y al mismo tiempo—, necesitemos orden, entornos conoci- dos, rutinas, constancia y ciclos circa- dianos predecibles. La práctica dermatológica ha pa- sado largas décadas trabajando lo no- vedoso y lo infrecuente, como un explorador que avanza llamado por la poderosa atracción de territorios ignotos. Mientras que lo cotidiano, lo que «verdaderamente nos da de co- mer» —esto es, aquello por lo que viene a nosotros el paciente que entra por la puerta—, ha quedado relegado en la formación (y casi en nuestra es- cala de valores profesional) a algo obvio y previsible, ya dado por sabido y por hecho… cuando, en realidad, no lo es tanto… En paralelo, la medicina actual tiende a abusar de expresiones gran- dilocuentes como «excelencia», «coste-beneficio» o «evidencia» que no ayudan mucho, contra su propio espíritu positivista, a reconectar con la dermatología esencial y de la vida real, bien por resultar rimbombantes, bien por pecar de falsa humildad. O por ser palabras desgastadas y verse relegadas a la categoría de «muleti- llas» o palabras vacías por exceso de uso. También en esa pretendida «bús- queda de la evidencia y de la excelen- cia», las guías, los protocolos, aunque necesarios y buenos, pueden ser limi- tantes para desarrollar nuestro sen- tido crítico y agudizar la curiosidad, facilitando una cierta uniformización entendida como pobreza creativa. La literatura científica, que también peca de una cierta endogamia y distancia- miento de la realidad, en la que son los mismos escribiendo de lo mismo —a menudo son actores y jueces al mismo tiempo—, tampoco facilita las aproximaciones verdaderamente no- vedosas y disruptivas. Y así ha sido que el summun de la práctica dermatológica para la mayo- ría de nosotros, la guinda de un gran pastel profesional y el sueño de una buena carrera, parece ser desde hace décadas el ejercicio profesional en un gran servicio de dermatología de un hospital terciario, con unidades de atención diferenciadas, atendiendo linfomas cutáneos, psoriasis graves, cáncer cutáneo avanzado o procesos

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