Más Dermatología, n.º 39

Más Dermatol. 2022;39:17-20 doi:10.5538/1887-5181.2022.39.17 18 LA ENTREVISTA AL EXPERTO Gabriel Rubio Valladolid: isotretinoína y depresión en el tratamiento del acné si produce o no depresión en los pacientes que la toman. Cuando se habla de este tipo de efectos adversos, cabe preguntarse si realmente el número de personas que desarrollan depresión durante el tratamiento con isotretinoína es elevado. La respuesta a esta pregunta no es sencilla, ya que las cifras nos pueden llevar a hacernos a una idea errónea de lo que supone este fenómeno clínico. De un lado, los trabajos de revisión y de metanálisis recientemente publicados señalan que, en pacientes tratados por acné, el porcentaje de estos que desarrollan un cuadro depresivo oscila entre el 0,9 y el 19,5% de los tratados. Esta horquilla es lo suficientemente amplia como para intuir que nos estamos olvidando de algo, y así es. Cuando se examinan con detalle las investigaciones donde se utilizaban escalas para la evaluación de los síntomas depresivos, lo que se pone de manifiesto es que, al final de los meses de tratamiento, los pacientes tenían de forma significativa menos síntomas depresivos que al inicio del tratamiento. Y, además, también se ha evidenciado que el porcentaje de pacientes con depresión entre los tratados con isotretinoína es similar al de los tratados con antibióticos o con otras alternativas terapéuticas. Por lo tanto, el medicamento no parece ser el inductor del trastorno depresivo. Sin embargo, cuando este aparece, las consecuencias pueden ser graves. Entonces, lo que cabe preguntarse es si sabemos cómo son estas personas que desarrollan depresión durante el tratamiento. Considero que en esta pregunta está la clave de este asunto. Veamos. Cuando se analiza la base de datos norteamericana que recoge los efectos adversos producidos durante el tratamiento con isotretinoína notificados desde 1997 hasta 2017, observamos que, de un total de 17 829 casos, no había diferencias entre varones y mujeres; los trastornos depresivos se comunicaron en el 42% de los pacientes tratados; en un 16% de los casos, se hacía referencia a la labilidad emocional y, en el 13,5%, a la ansiedad. Además, se notificaron un 12,7% de casos con ideación autolítica y, en el 2,06%, se informó de suicidio consumado. La media de edad de los casos registrados era de 22,1 años, con una desviación estándar de 8,6 años, de manera que el grupo de sujetos comprendido entre los 10 y los 19 años de edad representaba más del 50% de la muestra. Además, es en el grupo de 10 a 19 años donde se encontraba el 57% de los casos en que se produjo una muerte por suicidio. Es decir, los individuos en los que se notifica un trastorno depresivo como efecto adverso, son, en su mayor parte, adolescentes, y es ahí, en mi opinión, donde está una de las claves para explicar la asociación entre este tipo de tratamiento y los síntomas depresivos. ¿Quiere decir que es la adolescencia el factor causal y no el medicamento? Lo que nos dicen los estudios realizados hasta ahora es que el riesgo de padecer trastornos depresivos por el uso de esta medicación debe considerarse en el contexto de una población donde la imagen es muy importante, en la que la prevalencia de ideas de suicidio es, de por sí, más elevada que en la población adulta y que, además, sufre una enfermedad dermatológica, el acné, que sabemos que ocasiona serias consecuencias que pueden facilitar la aparición de cuadros psiquiátricos. En otras palabras, el acné, independientemente del uso de esta medicación, es un factor lo suficientemente importante como para explicar la aparición de estos cuadros, tanto en adolescentes como en adultos. Si a esto le añadimos que para el adolescente su imagen es un factor de aceptación básico que condiciona de forma consistente su autoestima y que la impulsividad es uno de los rasgos de comportamiento más prevalentes, tenemos la «tormenta perfecta». Es muy ilustrativo el libro del sociólogo Gilles Lipovetsky Gustar y emocionar, donde enfatiza el extraordinario papel de la seducción en la sociedad contemporánea y, desde luego, entre los jóvenes, donde los likes recibidos en las redes sociales fundamentan, aunque débilmente, su autoestima.

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