Más Dermatología, n.º 39

Más Dermatol. 2022;39:7-12 doi:10.5538/1887-5181.2022.39.7 8 ARTÍCULO DE REVISIÓN Micosis en el anciano Corral-Magaña O et al. DERMATOFITOSIS Los hongos dermatofitos son organismos eucariotas, filamentosos, patógenos humanos, capaces de infectar los tejidos queratinizados: epidermis, uñas o pelo. Se reserva el término de tiña para las infecciones superficiales de la piel y los anejos. La clasificación ecológica, descrita por Emmons en 1934, sigue resultando de gran interés clínico4. En ella, las principales especies se subdividen en hongos geófilos, zoófilos y antropófilos. Las infecciones por hongos geófilos y zoófilos presentan formas más inflamatorias, aunque más infrecuentes en la práctica clínica habitual. Algunos ejemplos de patógenos comunes de estos grupos son Microsporum gypseum, Microsporum canis, Trichophyton mentagrophytes y Trichophyton verrucosum4. Por otro lado, las especies antropófilas son más frecuentes y ocasionan infecciones menos inflamatorias, con tendencia a la cronicidad y paucisintomáticas4. Es en este último grupo donde encontramos las especies más frecuentemente aisladas en nuestro medio (Trichophyton rubrum, Trichophyton schoenleinii, Trichophyton mentagrophytes var. interdigitale, Trichophyton tonsurans, Trichophyton violaceum, Trichophyton soudanense o Epidermophyton floccosum). Clínicamente, las tiñas se presentan como maculoplacas de crecimiento rápido, pruriginosas, de margen más activo, con descamación y cuyo tamaño puede duplicarse en 15 días. En ocasiones, son tratadas erróneamente como dermatitis eccematosas con corticoides, lo que modificará su evolución natural, disminuirá el componente inflamatorio y puede ocasionar el desarrollo de formas más diseminadas o profundas, con períodos de remisión parcial (tiña incógnita). La dermatoscopia de estas lesiones, aunque muy inespecífica, puede arrojar pistas diagnósticas. Entre los hallazgos más descritos, encontramos los puntos negros/marrones, la escama blanca, los puntos rojos, los vasos puntiformes, las manchas marrones o rojas o los cambios en los pelos (angulados, en zigzag, en coma, «en código de barras» e hipopigmentados). La presencia clínica o dermatoscópica de afectación del pelo, nódulos o placas profundas, debe hacer que nos planteemos la necesidad de tratamiento sistémico5 (fig. 1). La sospecha clínica debe ser confirmada con técnicas microbiológicas, siendo la prueba de referencia la recogida de muestra y su estudio mediante el examen directo en hidróxido potásico (KOH), con una sensibilidad del 80%, y el cultivo micológico, con sensibilidades entre el 25 y el 64,5%6. Recientemente, algunos laboratorios están introduciendo nuevos algoritmos diagnósticos basados en técnicas moleculares, como la reacción en cadena de la polimerasa en tiempo real (PCR-TR), que permite una mayor sensibilidad y especificidad, obteniendo resultados en horas, frente a los días necesarios para el cultivo6. Además, el empleo de la PCR-TR es útil para detectar coinfecciones, frecuentemente omitidas mediante los cultivos convencionales, como consecuencia de los medios selectivos, de la competencia entre especies y de los diferentes tiempos de incubación6. Debe recordarse que la sensibilidad de los cultivos y medios clásicos dependerá de la recogida de la muestra. Es de importancia que esta se realice adecuadamente, evitando tratamientos tópicos los 7-14 días previos a la toma de la muestra (1421 días en tratamientos sistémicos) y habiendo desinfectado previamente la región que se va a estudiar con alcohol al 70%. En caso de afectación capilar, deben arrancarse un promedio de 10 folículos y, en las tomas de uña, se realizará raspado subungueal (salvo en casos superficiales) y se cortará la lámina sobrante7. Una vez aislado el agente etiológico, debe decidirse el uso de tratamiento tópico o sistémico en función de la afectación superficial o profunda, respectivamente. También se optará por el tratamiento sistémico ante el fracaso del tratamiento tópico, en casos extensos o en pacientes inmunodeprimidos. En una revisión de Cochrane de 2015, no se demostró superioridad entre el clotrimazol al 1%, el fluconazol al 0,5%, el miconazol al 2%, el sertaconazol al 2 % y la terbinafina al 1 %. Todos ellos presentaron una eficacia del 63-95% para la curación clínica y mayor del 80 % para la curación micológica. Las fórmulas combinadas de azoles y

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